martes, 9 de septiembre de 2008

Sublime


Declaración de intenciones:

No puedo evitar reincidir en este escritor... ni puedo, ni quiero.

"Resultará más práctico dotarse dé una epidermis de verruga que adquirir una psicología de colmillo cariado?

Aunque ya han transcurrido muchos años, lo recuerdo perfectamente. Acababa de formularme esta pregunta, cuando un tranvía me susurró al pasar: “¡En la vida hay que sublimarlo todo... no hay que dejar nada sin sublimar!”

Difícilmente otra revelación me hubiese encandilado con más violencia: fue como si me enfocaran, de pronto, todos los reflectores de la escuadra británica. Recién me iluminaba tanta sabiduría, cuando empecé a sublimar, cuando ya lo sublimaba todo, con un entusiasmo de rematador... de rematador sublime, se sobreentiende.

Desde entonces la vida tiene un significado distinto para mí. Lo que antes me resultaba grotesco o deleznable, ahora me parece sublime. Lo que hasta ese momento me producía hastío o repugnancia, ahora me precipita en un colapso de felicidad que me hace encontrar sublime lo que sea: de los escarbadientes a los giros postales, del adulterio al escorbuto.

¡Ah, la beatitud de vivir en plena sublimidad, y el contento de comprobar que uno mismo es un peatón afrodisíaco, lleno de fuerza, de vitalidad, de seducción; lleno de sentimientos incandescentes, lleno de sexos indeformables; de todos los calibres, de todas las especies: sexos con música, sin desfallecimientos, de percusión! Bípedo implume, pero barbado con una barba electrocutante, indescifrable. ¡Ciudadano genial —¡muchísimo más genial que ciudadano!— con ideas embudo, ametralladoras, cascabel; con ideas que disponen de todos los vehículos existentes, desde la intuición a los zancos! ¡Mamón que usufructúa de un temperamento devastador y reconstituyente, capaz de enamorarse al infrarrojo, de soldar vínculos autógenos de una sola mirada, de dejar encinta una gruesa de colegialas con el dedo meñique!...

¡Pensar que antes de sublimarlo todo, sentía ímpetus de suicidarme ante cualquier espejo y que me ha bastado encarar las cosas en sublime, para reconocerme dueño de millares de señoras etéreas, que revolotean y se posan sobre cualquier cornisa, con el propósito de darme docenas y docenas de hijos, de catorce metros de estatura; grandes bebés machos y rubicundos, con una cantidad de costillas mucho mayor que la reglamentaria, a pesar de tener hermanas gemelas y afrodisíacas!...

Que otros practiquen —si les divierte— idiosincrasias de felpudo. Que otros tengan para las cosas una sonrisa de serrucho, una mirada de charol.

Yo he optado, definitivamente, por lo sublime y sé, por experiencia propia, que en la vida no hay más solución que la de sublimar, que la de mirarlo y resolverlo todo, desde el punto de vista de la sublimidad."

Oliverio Girondo

6 comentarios:

El Diablo Des. dijo...

En verdad que nuca había tenido contacto con tal idea. Si me lo permite, la llevare a cabo a manera de prueba, por unos días. No prometo enamorarme de sublimar, pero habrá que ver que es lo que sucede.

rossae dijo...

Los tranvías son conocidos por sus sabios consejos... Llevarlo a prueba es todo un reto, pero seguro que recoges sublimes experiencias hasta convertirte en un adipto a lo sublime. Aunque como diablo que eres seguro sabras esquivar tal tentación...

Esperando noticias de tu puesta a prueba.

terry dijo...

La rosa sublima su propio perfume, la verdad es transparente, siempre sublima una sonrisa.

Unknown dijo...

Buena declaración de intenciones, sublime.

rossae dijo...

Una vez más, terry sublimando las palabras... :)

rossae dijo...

Esperando que no se queden solamente en eso, en intenciones. Voy a subliminar un rato ;)