sábado, 31 de julio de 2010

Vinilo en tiempos disonantes


Fotografía: Chema Madoz

STRICTLY RHYTHM
(Para una teoría de las relaciones humanas)

"De todos los objetos que conservo
sin duda el que prefiero es un vinilo
quebrado por la furia, que enmarqué
como fetiche póstumo un tiempo
entre tú y yo. También es un retrato,
donde una sombra trunca las sonrisas
con anticipación al desenlace.
Bien mirado, dibuja un mapa en torno
al preciso lugar del desencuentro,
esquema de una ruta desgastada.
Si a este espejo picado que refleja
lo que somos velando lo que fuimos
le incorporamos sendas manecillas,
marcarán un vacío temporal,
como una herida abierta entre las dos
y las seis.



_______El final de nuestra historia
no estaba escrito, no, sino grabado.
El retrato, reloj, espejo o mapa
aún suena a treinta y tres revoluciones
con la crepitación de la memoria,
hasta que cae la aguja en la fatídica
franja horaria, y restalla el desacuerdo.

Esto me hace pensar en cuántas veces
no se acompasan nuestros corazones,
y cómo armonizar en contrapunto
es verdaderamente extraordinario.
Todo termina siendo una cuestión
de ritmo, y compartir es completar
todas las vueltas por los mismos surcos
en las caras A y B de nuestra vida.

Sabemos lo que puede dar de sí
cada tema. Si hay algo que salvar,
tendremos que grabar un nuevo disco."

Del libro " Mira mi corazón preso en el ámbar de los instantes eternos"
Autor: José Blanco

viernes, 30 de julio de 2010

Soledad Matemática


Fotografía: Misha Gordin

“Los números primos sólo son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan su sitio en la infinita serie de los números naturales y están, como todos los demás, emparedados entre otros dos números, aunque ellos más separados entre sí. Son números solitarios, sospechosos, y por eso encantaban a Mattia, que unas veces pensaba que en esa serie figuraban por error, como perlas ensartadas en un collar, y otras veces que también ellos querrían ser como los demás, números normales y corrientes, y que por alguna razón no podían. Esto último lo pensaba sobre todo por la noche, en ese estado previo al sueño en que la mente produce mil imágenes caóticas y es demasiado débil para engañarse a sí misma.

En primer curso de la universidad había estudiado ciertos números primos más especiales que el resto, y a los que los matemáticos llaman primos gemelos: son parejas de primos sucesivos, o mejor, casi sucesivos, ya que entre ellos siempre hay un número par que les impide ir realmente unidos, como el 11 y el 13, el 17 y el 19, el 41 y el 43. Si se tiene paciencia y se sigue contando, se descubre que dichas parejas aparecen cada vez con menos frecuencia. Lo que encontramos son números primos aislados, como perdidos en ese espacio silenciosos y rítmico hecho de cifras, y uno tiene la angustiosa sensación de que la parejas halladas anteriormente no son sino hechos fortuitos, y que el verdadero destino de los números primos es quedarse solos. Pero cuando, ya cansados de contar, nos disponemos a dejarlo, topamos de pronto con otros dos gemelos estrechamente unidos. Es convencimiento general entre los matemáticos que, por muy atrás que quede la última pareja, siempre acabará apareciendo otra, aunque hasta ese momento nadie pueda predecir donde.

Mattia pensaba que él y Alice eran eso, dos primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos. A ella no se lo había dicho. Cuando se imaginaba confiándole cosas así, la fina capa de sudor que cubría sus manos se evaporaba y durante los siguientes diez minutos era incapaz de tocar nada…”

Fragmento del libro: "La soledad de los números primos"
Autor: Paolo Giordano